lunes, 2 de noviembre de 2009

RoMpiendo esperANZA

Una joven madre, me confiesa que no sabe como liberar la rabia que le hincha el pecho de tanta impotencia, Su hijo está enfermo, suficiente para no tener paz ni estar tranquila, y sin la solidaridad de quien la ayudo a tener hijos.

Y de verdad que tiene rabia, porque lo primero es que los únicos $200.00 que tenía lo tomo para pagar un taxi y salir corriendo a una clínica con el muchacho ardiendo en fiebre, y resulta que al llegar hasta el pediatra, este no acepta su seguros de salud de la ARS a la que ella está afiliada, pero tampoco se conduele el malvado de que lleva un buen tiempo esperándole. Dos lágrimas bajaron por sus mejillas, que se congelaron en el alma fría del sistema de SS.

Cuando la madre con su pequeño en sus brazos logra irse a otro médico, pidiendo favores, a una clínica de menor categoría, donde si le toman el seguro, siente un gran alivio, ya que en su desesperación solo acaricia la frente sudorosa de su angelito, al que no le bajaba la fiebre con los remedios casero que le había dado.

Para desgracia de la mujer, a la clínica le fue rechazada la autorización por la ARS, porque el seguro estaba cancelado por falta de pago. “Esto no puede ser posible, pregúntele que revisen porque todos los meses nos descuentan el seguro”. Pero lamentablemente su seguro estaba cancelado, a pesar de que a su escaso salario se lo descontaron, también el préstamo y las comidas del medio día que compartía con Mercedes para que le alcanzara algo de los RD$3,750. Que ganaba en la quincena, el cual queda en su mínima expresión cuando debe guardar lo del maldito transporte.

=Esto no se puede llamar vida Sr. Mota, y me da pena contarle para pedir limosna, encima de toda esta brega que se come mis fuerzas y mis ganas de vivir. El pobre no tiene esperanza.

Termino la joven madre buscando dinero prestado para poder aliviar al niño que se desvanece en los brazos, y para el colmo cuando, le pide explicación en su empresa, lo que recibe de su patrón es maltrato y amenaza de despido.

=Por eso usted no logra nada aquí Ana María, porque usted de todo protesta y se queja.

Y es lo que me dice ella, “Sr. Mota, con que Doña Negra la del plan social me traiga de vez en cuando una funda con pica pica y arroz, no voy a resolver nada, si necesito ropa, libros medicinas para los muchachos y con mi salario no tengo salida, y no sé hacer otro cosa. Para mí no hubo oportunidad.

Así va la sociedad acumulando rabia, rompiendo sueños, entre promesas que se convierten en humo contaminando la esperanza de dudas y desconsuelos.

Tanta es la rabia de Ana María, que no la encerraron en el cuartel de la policía, porque no sabían qué hacer con los niños, cuando fue a poner una querella contra el marido que la amenazaba, y lo que recibió fue una burla y la recomendación de que lo atendiera que eso era lo que él buscaba. Le dio una pela de lengua al sargento que lo dejo verde.

Ana María Murió con sus hijos abrazados, bajo los escombro de su humilde vivienda, a la que su marido quemo con ella dentro. Por el machismo, por los celos y por una justicia denegada.

Es una historia dolorosa, que muchos volteamos de espalda y cerramos el corazón para no llorar, pero es la dura realidad de una gran franja de nuestra sociedad, aunque usted no lo crea, pasándole de lado en nuestros autos blindados de indiferencia.

Esta situación va contaminando la paz y llenando de arrabales la moral y la ciudad, que se mueve con afán entre la pesadilla del caos, la delincuencia y la indiferencia de nuestras clases dominantes que se cuelan entre las dirigencial para repartirse el botín, sin que nada avance al rescate de los más pobres, de su angustia ancestral.

Mucha tragedia se pueden contar, solo tiene usted que salir al mar impetuoso de la cadena social, involucrarse con el que recoge la basura, el que le vende las viandas y legumbres, el que le limpia el cristal, el que temprano despierta la madrugada hurgando en el mercado para llevarle los productos a su casa, o peor aún, el que acecha un descuido para robarle lo que sea.

Ahora bien, si le subimos los vidrios de nuestras jeepetas, o andamos en helicópteros y avionetas, nunca nos daremos cuenta, que tenemos en las cunetas, mucha gente con angustia, con rabia e impotencia, que son una bomba, que explotara tarde o temprano, sin nosotros darnos cuenta.

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