J. osiris mota
5 de Nov. 2009
Juan, apenas tiene 7 años, y pertenece a un submundo sin identidad que se arrastra como un gusano entre el cuerpo putrefacto de un gran animal que hiede en toda la ciudad. Silencioso y temeroso de los fantasmas que van marcando su destino a fuerza de martirio y abandono que le imponen un código de vida a base de la experiencia no propia para un niño tan tierno.
Tiene destreza para vagar solo en las calles y se sabe relacionar con los demás palomos que deambulan con la misma suerte e intensidad en las calles afanosas de la ciudad. La gente es indiferente, y el mal crece como los vientos de un huracan, sin la prevencion, y cada ves es mas frecuente que un niño se te trepe a la parrilla del vehículo con su carita sucia pegada como mosca al parabrisa extendiéndote sus manitas en busca de tu compasión escondida de tanto rezar.
Así esta la ciudad, con sus rincones repletos de estas desgarradoras imagenes, no importa si es día de trabajo o feriado, si es claro el día u oscura la noche. No importa la avenida Churchill o la calle Duarte, es tan común y a todo momento como los cajeros ATM.
Súmele que ahora, sin saber si es magia o mafia, se multiplican los niños de origen haitiano sin que usted se pueda imaginar como llegan, y de donde salen en grupos tan numerosos, que dan miedo y luego pena, Pero si alguien tiene un plan de que debemos hacer, que me lo diga, porque no se para que elegimos y tenemos autoridades.
Es muy frecuente escuchar a ciudadanos honorables decir que los ladrones y los atracadores le den pa”bajo, o sea que los delincuentes oficiales maten a los delincuentes no oficiales. O bien dicho que se elimine la competencia, dicho con humor negro, sin que con ello estemos haciendo nada, por buscar soluciones al origen.
Pero debemos reparar en que esa franja de dominicanos que suman 1,300,000, en las notas de Franklin Almeida, que viven en extrema pobreza, excluido de atención que la sociedad le niega, que el Estado no provee los servicios de salud, educación y trabajo y que los gobiernos han sido incapaces de planear y plantear soluciones, son los que engrosaran las filas de delincuentes, ladrones callejeros, atracadores, etc. Y que vamos a pretender que sean exterminados como ratas inmundas. Así no se construye una sociedad, mientras dilapidamos nuestros recursos de muchas maneras, sin tener a la vista los resultados.
Estando yo con mis hijos en una pizzería abierta, con barandas separando a los clientes de la calle, Juan se asoma con sus ojos grandes y triste con un puñito en la boca abierta, extendiendo su mano derecha pidiéndome un pedazo de pizza, cuando en eso aparece un camarero que lo empuja, entre suave y estar harto de decirle que se vallan, que no molesten los clientes, y al volverme veo que mi hija Patricia con apenas la misma edad que el niño pordiosero, toma un trozo de pizza que no había probado, se levanta de su asiento y se dirige a la baranda a donde se había movido Juan, y le pasa un trozo de pan.
Fue tan tierna la escena, que el camarero no intervino y cuando me vine a dar cuenta, ya mi alma hacia agua, y de mis ojos rodaban dos lágrimas de impotencia. Porque si nos damos cuenta, estoy alimentando, al que mañana me va arrebatar la cartera, porque a pesar de las muchas pantallas y letras muertas, no tenemos planes, para que sean niños y jovenes con futuro en su propia tierra.
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