Desde nuestros orígenes como nación comenzó a aparecer el fraude cono elemento perturbador del buen vivir en concordancia con normas de conductas generalmente aceptadas como válidas. Juan Bosch nos recordaba que la presencia en el oeste de la Isla de bucaneros y filibusteros durante el siglo pasado tenía su explicación en el desarrollo del comercio basado en el contrabando. También el nacimiento de provincias como Puerto Plata, Monte Plata, Monte Cristi, fueron el resultado de respuestas gubernamentales a las acciones generadas por el contrabando. Parecería que estamos estigmatizados con el fraude.Parece que aun hoy todo lo nuestro es un fraude.
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Los dominicanos estamos acostumbrados a no cumplir con reglas. Ni en el gobierno, ni en el sector privado, ni en los partidos políticos, ni en los sindicatos o gremios, tenemos la certeza de que respetan correctamente sus propias reglas; y menos aun hablar de transparencia sobre todo en las instituciones que manejan recursos económicos. Nuestra mayor fatalidad es no contar con instituciones fuertes, que sancionen adecuadamente, nuestras aberraciones.
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Hoy nuestro país esta inmerso en una asamblea revisora con el propósito expreso de reformar la constitución de la República. Pero si revisamos la cotidianidad de los estamentos de nuestra sociedad, veremos que en cada esquina pisoteamos y burlamos nuestras propias leyes, que podrían ser buenas o malas, viejas o actualizadas, pero que sin embargo no sirven de nada si no las hacemos cumplir. Es sencillamente parte del fraude social; estamos empeñados en hacer nuevas leyes, en modificarlas, pero si no las cumplimos no valen la pena. Definitivamente nuestro subdesarrollo parece ser producto de nuestra actitud colectiva.
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Nuestro Presidente habló ante la ONU, sobre los capitales depositados bajo los secretos bancarios y otras cosas no menos interesantes. Sin embargo. ¿Qué hacemos para evitar la acumulación originaria de capital producto de la corrupción?, ¿Qué pasa con el lavado de dinero producto del narcotráfico?, ¿Qué sucede con el no pago de los impuestos cobrados a los ciudadanos y no pagados al Estados?. No tenemos un plan para sancionar el origen de esos fondos que se depositan bajo los secretos bancarios de algunos paraísos fiscales, y que como bien dices el Presidente Fernández, acarrean muchos males a nuestras naciones pobres.
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En estos momentos miles de ciudadanos y ciudadanas aspiran a presentarse como candidatos a las diversas posiciones que serán electas en las elecciones congresuales y municipales del año 2010. Todos preparan consignas con las que buscan identificarse con el pueblo: “Soy tu amigo”, “Me visto como tú”, “Soy el Mejor”, Sin embrago no escuchamos propuestas inteligentes, precisamente en un país donde “todo esta por hacer”. Nadie luce estar preocupado por los problemas de la colectividad. Solo nos importan nuestros mezquinos problemas particulares, y tal vez el de algunos familiares y amigos que nos acompañarán a la hora de partir el pastel que nos vamos a disputar ahora por 6 años. Dios nos coja confesados, y vacunados para no perecer todos juntos.
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Aun así, pienso que no todo esta perdido, que hemos tenido peores momentos histórico y hemos salido adelante con todas las imperfecciones. Estamos hundiéndonos en el pantano, pero solo falta que nos sacudamos el lodo y nos demos las manos los que entendamos que debemos cambiar el rumbo. No importa en qué lado estemos, de qué color sean nuestras banderas. Lo que importa en realidad es que somos ciudadanos de un territorio, de una Nación; que entandamos que el fraude cultural que se ha impuesto, sólo beneficia a las minorías, y que para beneficiar a toda la colectividad, debemos asumir el cambio.
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En todos estos años de trabajo político de algo estoy seguro y convencido, es de que sólo la decisión de la ciudadanía, del pueblo dominicano, hará cambiar a los lideres políticos, empresariales, sindicales y religiosos, porque de lo contrario, seguirán con la práctica del fraude los que no sientan el peso de la protesta, de la ley, o de la condena social. Debemos demostrar nuestro disgusto colectivo en las calles a quienes violentemos las normas de buEnas costumbres y de respeto a las leyes, sea esta la ley de bancos, o la ley de tránsito, o simplemente el pago de la energía eléctrica que consumimos.
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Los ciudadanos debemos aprender a exigir transparencia de todo el que está obligado a ofrecer un servicio que paga el Estado con nuestros impuestos. Pero los ciudadanos debemos aprender a ser transparentes en nuestras relaciones con los demás. Con los socios, con nuestra pareja, con nuestros hijos, con nuestros vecinos. Porque solo cumpliendo con nuestros deberes, tendremos moral para exigir nuestros derechos.
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