jueves, 29 de abril de 2010

Revolucionar las riquezas: un sueño

J. Osiris Mota | perspectivaciudadana.com | 05-04-2010 |

Cada vez se hace más difícil que hombres y mujeres querramos vivir con lo que sería el resultado de un trabajo decente, probablemente, un bajo salario. Y no es difícil entenderlo si vemos los enormes sacrificios de un agricultor o un granjero, para hablar de labores desde el principio mismo de la humanidad, como bien lo expresa Saramago en su libro Caín.

A todos nos gusta el deporte. Gracias al entusiasmo que despierta el espectáculo deportivo se pagan los enormes salarios que cobran los mejores -y hasta los que no son buenos, que sirven de relleno; ganan mucho, mejores salarios que aquellos que se rompen la espina para llevarnos el pan de cada día y el filete también a nuestras mesas. Y qué bueno que pueda poner de ejemplo de cuanto acabo de decir a un dominicano como Al-Rod y con seguridad también a mis amigos Ortiz y Pujols.

Pero ese es el orden capitalista.

Otro ejemplo son aquellos que más fortuna tienen hoy. Los que escogieron poner su empeño y tal vez su ingenio y el de otros, inventando con las ondas herzianas. O sea, un elemento que heredamos de Dios para todos. O aquellos que tuvieron la inteligencia o la astucia de quedarse con los recursos naturales y explotarlos, para vendernos un momento en la playa, por ejemplo.

No podemos culpar a nuestra juventud que no quiera estudiar y sacrificarse por una carrera o aprender un oficio para ganarse la vida. Debemos culpar al modelo que eligieron para nosotros los líderes poderosos, que nos obligan a comprar todo y cualquier cosa para reactivar la economía, sin importar que nos mate el colesterol o los intereses bancarios. ¡Qué importa si los bancos son suyos!

Ahora conocemos una nueva forma de obtener dinero, sin importar de donde ni como llega: la droga. Y la verdad es que aquí so pena del riesgo, se quitan las caretas las formas y el formalismo de los negocios del mercado. Aún no es legal, como el alcohol, el tabaco, la venta de armas o los estimulantes y medicamentos inocuos, hacen mucho daño, pero las otras lo hacen también, pero bajo la legalidad. A propósito de las propuestas.

Muchos solo vieron los fantásticos dólares cuando los productores y traficantes nos escogieron como puente y consumidores después. Y muchos que conocían del asunto se hicieron los desentendidos, aun aquellos con la responsabilidad de guardar las leyes y hasta aplicarlas. Ahora, cuando el negocio avanza, cuando las negociaciones entran en el laberinto de las secuelas, se rompen los equilibrios y las venas rotas ensangrientan la paz, y la tranquilidad del mercado, y hasta de bancos y familias ambiciosas, que no le bastan los negocios jugosos empañados.

¿Y cómo evitar que los jóvenes de nuestros barrios, carentes hasta del amor de un hogar, puedan negarse a vivir intensamente el placer de obtener cosas?. Sin la conciencia de ver lo pasajero que será su bienestar, pero a cambio de vivirla intensamente. Tener las fantasías que quieran, sin las odiosas horas en las aulas, las calificaciones y los empleos de hambre. Es demasiado excitante y prometedor, aunque breve, todo lo que le ofrecen los traficantes. Que además llevan como amuleto, un funcionario, un militar o un juez, como blinblin colgado a su cuello.

Ni la muerte, ni las rejas acabaran con el monstruo. El va más allá de nuestras posibilidades. La voluntad política y social de nuestros líderes tiene mucho que hacer en la formación de nuestros futuros ciudadanos. Fortalecer la fe y los principios de la familia. Pero más que todo el capitalismo debe sufrir mejores transformaciones, cambiando la valoración de los esfuerzos y los recursos de los seres humanos. Y cambiar las estructuras y las riquezas de las naciones.

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