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J. Osiris Mota
20 de Sept. 2011
La mayor satisfacción quep podría tener un ser humano, es poseer los corazones y brazos abiertos de sus amigos y conocidos, por su comportamiento positivo y bondadoso con quienes le rodean. Y no es que usted le resuelva los problemas a todo el que se le acerca con ellos, pero si tiene la capacidad de hacerlo, de dar un buen consejo o algunas palmaditas, está haciendo que el entorno sea más conveniente para el desarrollo y la convivencia de los demás.
EL afán de lucro, de disfrutar la vida con demasiada intensidad, con recursos que están fuera de nuestro alcance, es lo que daña la perspectiva de muchas personas en todos los niveles de la vida, para avanzar con seguridad, con buena onda, con pura vida.
Los Dominicanos somos prepotentes, y ese afán de hacernos notar sea en las calles manejando desde una moto hasta una jeepeta, nos hace desconsiderados con los demás cuando no otorgamos el paso a un peatón, o violamos las reglas para adelantarnos convirtiendo las calles en un caos, que afecta la vida de todos y de nosotros mismos, nos lleva, nos impulsa también al afán de lucro, para llevar a la máxima expresión nuestra prepotencia sometiendo a los demás.
Así lo hacemos cuando tenemos la oportunidad de ocupar cualquier función donde podamos servir. Lo primero es que somos poco asequibles, nos encerramos en nuestra mezquindad y somos los que determinamos a quien llegarle. No permitimos que la gente llegue a nosotros como está previsto en las responsabilidades de nuestras funciones. Es por ello que la población valora bien los cambios de funcionarios en los gobiernos, ya que siempre tienen la esperanza de que el sustituto sea mejor que el anterior.
Los machos, también asumen sus posiciones prepotentes al ejercer su fuerza violentamente contra las mujeres y sus hijos. Eso se nota mucho en nuestras familias, donde tenemos muchos ejemplos negativos que están haciendo estrago en nuestros jóvenes y su comportamiento social violento en sus relaciones con los amigos y grupos escolares, etc.
Y donde más tenemos la prepotencia en su máxima expresión es cuando un policía actúa en la calle contra cualquier ciudadano donde se comportan como supermanes, no así cuando la posición altanera del violador de la ley lo deslumbra con su espejismo y símbolo de poder. Y por otra parte la delincuencia, donde el ladrón o atracador, basa su delito en ejercer con brutalidad la violencia sobre su víctima, no importa lo indefensa que la misma este.
Estoy seguro de que con una mejor educación y un poco de moral y cívica, además de mayor transparencia y la eliminación de la impunidad, esa mala conducta de prepotencia de los dominicanos se irá reduciendo hasta llegar a tener la sociedad civilizada a la cual aspiramos.
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